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El Molino de los Benedetes (Monzón) y El Palao de Alcañiz, declarados Bien de Interés Cultural
El Consejo de Gobierno ha dado el visto bueno hoy a la declaración como Bien de Interés Cultural, en la categoría de Conjunto de Interés Cultural, Zona Arqueológica, de dos yacimientos de la Comunidad: El Molino de los Benedetes de Monzón y El Palao de Alcañiz, en este caso, en la zona de elevación en la que se encuentran sus restos principales y en dos pequeñas elevaciones aisladas, al norte y al este de la meseta principal. Tras esta declaración, los ayuntamientos de los dos municipios están obligados a redactar y aprobar un plan especial de protección del área afectada, de manera que toda obra que se realice en estos bienes tendrá que ser autorizada. Por su parte, toda actividad o intervención arqueológica deberá contar con autorización de la Dirección General de Patrimonio.
En el primer caso, este yacimiento alberga los restos arqueológicos de un molino harinero medieval fechado entre los siglos XII-XIV y mediados del siglo XVII, en buen estado de conservación. El molino de los Benedetes fue descubierto en 2008 a partir de unas excavaciones arqueológicas y, teniendo en cuenta su interés, el Gobierno de Aragón ordenó su conservación y su integración en la nueva construcción. Se conserva en bastante buen estado su planta inferior, lo que permite documentar los componentes de un molino harinero medieval, caso bastante infrecuente en lo que se conoce de este tipo de instalaciones en Aragón. En este caso, lo conservado corresponde al espacio destinado a la molienda y a su almacenaje, así como al circuito relacionado con el paso del agua y su desagüe, junto a la base de las cárcavas donde se colocaban los rodeznos que hacían girar las muelas.
Por su parte, el yacimiento arqueológico El Palao está situado a 5 kilómetros al suroeste de la ciudad de Alcañiz y es conocido desde comienzos del siglo XX. El Palao es la aglomeración más importante de la parte central del Bajo Aragón, junto al Cabezo de Alcalá de Azaila. Se trata de un asentamiento de más de 5 hectáreas emplazado en la superficie y en las laderas de una elevación amesetada que se alza sobre su entorno. El cerro, con una marcada forma de L, se encuentra dividido por un camino de acceso que en fases anteriores del yacimiento fue utilizado igualmente como foso defensivo. En dos elevaciones que se sitúan al norte y al este del cerro principal, formadas por paleocanales, aparecen numerosas estructuras de la misma cronología que estaban relacionadas con el yacimiento de El Palao, formando una unidad indisoluble con el mismo.
Resultan visibles numerosas estructuras tanto en la zona amesetada superior como en las laderas, y en los cerros aislados que aparecen en el entorno de la meseta principal. Al oeste de dicha meseta se localiza la ocupación más antigua, defendida por una muralla de notables dimensiones, y una torre circular que defiende y jalona el acceso primitivo al asentamiento. La ocupación del yacimiento comienza en un momento indeterminado de los siglos VII-VI a. C. y se prolonga hasta finales del siglo I o comienzos del II d. C. La ampliación urbana que parece producirse a finales del siglo III o comienzos del II a.C ocupa toda la elevación, destacando varios espacios al este con una clara vinculación pública, y los recientes espacios de almacenaje excavados en la ladera este del cabezo, además de una serie de indicios que permiten reconocer zonas de producción y almacenaje de aceite en este yacimiento. El oppidum ha dado numerosas esculturas en piedra de tradición indígena: dos caballos de formas robustas y gran tamaño, y una cabeza de aproximadamente 20 centímetros de altura, probablemente destinada para ser ubicada en la cavidad de un elemento arquitectónico. Fueron halladas también estelas funerarias decoradas.
A partir de la presencia de Roma en esta zona aragonesa, El Palao desempeñará un papel relevante en la organización territorial del Conventus Caesaraugustanus hasta su decadencia y abandono a finales del siglo I d.C.
*Fuente: www.aragonhoy.net