Frontal de altar de El Salvador, procedente de la iglesia de Berbegal
Se trata de un frontal de altar de 99 x 251 cm. realizado en madera tallada y policromada. Su función era la de decorar la parte delantera del altar, a imitación de otras piezas más costosas de orfebrería o esmalte, tal y como demuestra el desgaste sufrido en su parte inferior, aunque algunos estudiosos como Antonio Naval Más no descartan que pudiera exponerse también sobre la propia mesa de altar.
En cuanto a su composición, esta obra se divide verticalmente en tres calles, de las cuales la central presenta a Cristo en Majestad, entronizado, bendiciendo con su mano derecha y sujetando un libro abierto con la izquierda. Esta figura se halla inscrita en una mandorla de perímetro lobulado rodeada por el Tetramorfos, es decir, la representación simbólica de los Cuatro Evangelistas: San Mateo como un ángel, San Marcos como un león, San Lucas como un toro y San Juan como un águila. Los cuatro aparecen además identificados por sendas filacterias.
A ambos lados de la Maiestas Domini se disponen dos calles verticales divididas a su vez en dos registros horizontales con la representación de tres apóstoles cada uno. Todos ellos aparecen identificados por las dos letras iniciales de su nombre escritas en el nimbo y entronizados, aunque adoptan distintas posiciones en un claro intento del artista por individualizarlos y dotarlos de cierta expresividad. Unos miran hacia la derecha, otros hacia la izquierda, unos portan un libro, otros una filacteria, otros aparecen en actitud discursiva y algunos como San Pedro o San Pablo llevan sus atributos identificadores (llaves y espada respectivamente). Los doce están enmarcados por mandorlas almendradas decoradas con sencillas rosetas en sus puntos de encuentro como si tratase de piezas de orfebrería remachadas.
Técnicamente las figuras están realizadas con pintura al temple de huevo sobre una capa de preparación. Su dibujo es fino y preciso y predominan los tonos oscuros (marrones, rojos y verdes principalmente) con una ligera gradación en algunas zonas como los rostros y los cabellos. Los tipos iconográficos son estilizados, bien modelados y de clara ascendencia bizantina, aspecto que refuerza el reflejo metálico de la corladura que recubre las mandorlas realizadas en estuco en relieve y recubiertas por láminas de pan de estaño barnizado, cuyo brillo dota al conjunto de una mayor riqueza. Además, la mandorla que rodea a Cristo aparece decorada con delicados motivos vegetales incisos y dorados que parecen querer imitar suntuosos tejidos de la época.
Precisamente esta influencia bizantina es la que ha llevado a relacionar esta obra con las pinturas murales de la sala capitular del Monasterio de Santa María de Sijena, realizadas en torno a 1200 por un taller de artistas ingleses itinerantes, ligados al mundo de la miniatura e influidos por el arte orientalizante del reino normando de Sicilia. Todas estas razones inclinan a la mayoría de los estudiosos a datar esta obra a comienzos del siglo XIII.
El frontal de altar de El Salvador fue sacado de la iglesia parroquial (antigua colegiata) de Santa María La Mayor de Berbegal en 1904 a instancias del obispo de Lérida, D. José Meseguer Costa, para pasar a formar parte en concepto de depósito del Museo Diocesano y Comarcal de Lérida, tal y como se denomina actualmente (Nº Inventario 33).
Por su calidad técnica, su singularidad estilística y su indudable belleza es una de las piezas más excepcionales del arte aragonés del siglo XIII.
Se trata de un frontal de altar de 99 x 251 cm. realizado en madera tallada y policromada. Su función era la de decorar la parte delantera del altar, a imitación de otras piezas más costosas de orfebrería o esmalte, tal y como demuestra el desgaste sufrido en su parte inferior, aunque algunos estudiosos como Antonio Naval Más no descartan que pudiera exponerse también sobre la propia mesa de altar.
En cuanto a su composición, esta obra se divide verticalmente en tres calles, de las cuales la central presenta a Cristo en Majestad, entronizado, bendiciendo con su mano derecha y sujetando un libro abierto con la izquierda. Esta figura se halla inscrita en una mandorla de perímetro lobulado rodeada por el Tetramorfos, es decir, la representación simbólica de los Cuatro Evangelistas: San Mateo como un ángel, San Marcos como un león, San Lucas como un toro y San Juan como un águila. Los cuatro aparecen además identificados por sendas filacterias.
A ambos lados de la Maiestas Domini se disponen dos calles verticales divididas a su vez en dos registros horizontales con la representación de tres apóstoles cada uno. Todos ellos aparecen identificados por las dos letras iniciales de su nombre escritas en el nimbo y entronizados, aunque adoptan distintas posiciones en un claro intento del artista por individualizarlos y dotarlos de cierta expresividad. Unos miran hacia la derecha, otros hacia la izquierda, unos portan un libro, otros una filacteria, otros aparecen en actitud discursiva y algunos como San Pedro o San Pablo llevan sus atributos identificadores (llaves y espada respectivamente). Los doce están enmarcados por mandorlas almendradas decoradas con sencillas rosetas en sus puntos de encuentro como si tratase de piezas de orfebrería remachadas.
Técnicamente las figuras están realizadas con pintura al temple de huevo sobre una capa de preparación. Su dibujo es fino y preciso y predominan los tonos oscuros (marrones, rojos y verdes principalmente) con una ligera gradación en algunas zonas como los rostros y los cabellos. Los tipos iconográficos son estilizados, bien modelados y de clara ascendencia bizantina, aspecto que refuerza el reflejo metálico de la corladura que recubre las mandorlas realizadas en estuco en relieve y recubiertas por láminas de pan de estaño barnizado, cuyo brillo dota al conjunto de una mayor riqueza. Además, la mandorla que rodea a Cristo aparece decorada con delicados motivos vegetales incisos y dorados que parecen querer imitar suntuosos tejidos de la época.
Precisamente esta influencia bizantina es la que ha llevado a relacionar esta obra con las pinturas murales de la sala capitular del Monasterio de Santa María de Sijena, realizadas en torno a 1200 por un taller de artistas ingleses itinerantes, ligados al mundo de la miniatura e influidos por el arte orientalizante del reino normando de Sicilia. Todas estas razones inclinan a la mayoría de los estudiosos a datar esta obra a comienzos del siglo XIII.
El frontal de altar de El Salvador fue sacado de la iglesia parroquial (antigua colegiata) de Santa María La Mayor de Berbegal en 1904 a instancias del obispo de Lérida, D. José Meseguer Costa, para pasar a formar parte en concepto de depósito del Museo Diocesano y Comarcal de Lérida, tal y como se denomina actualmente (Nº Inventario 33).
Por su calidad técnica, su singularidad estilística y su indudable belleza es una de las piezas más excepcionales del arte aragonés del siglo XIII.