Fábricas de papel y cartulina de hilo en Beceite

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La primera referencia sobre la tradición hidráulica de Beceite la encontramos en las bulas papales de Benedicto XIII, el Papa Luna, que en el siglo XV concedía a su secretario particular, Jerónimo de Santa Fe, el beneficio del Molino de paños que tenía el arzobispado de Zaragoza en Beceite.

Posteriormente en el siglo XVIII Joaquín de Liedana, cura párroco de Beceite, escribe en el archivo parroquial acerca de las fábricas de papel y de la cultura papelera en Beceite. «D. Joaquín de Liedana Infanzón, natural de la villa de Lezera y cura parroco de la presente Villa de Bezeyte, con el deseo de comunicar a los venideros una verdadera noticia del origen y progresos de las fábricas de papel en esta villa y contornos. El año 1759 Thomas Royo natural de Fredes…»

La producción se mantuvo con altibajos, según las contiendas de las historia, hasta la década de 1970, aproximadamente, llegando a existir nueve fábricas de papel en Beceite y cuatro fábricas en la vecina población de Valderrobres que dejaron de funcionar antes que las de Beceite. La materia prima para elaborar la cartulina y el papel fue siempre el trapo de algodón: cartulina de hilo y papel de hilo con una gran calidad.

Las fábricas de papel se encontraban al lado del Río Matarraña pues éste les proporcionaba el agua: elemento necesario para fabricar papel y generar energía capaz de mover las máquinas a través de ruedas. El sistema de fabricación principalmente era artesanal: requería agua y mano de obra.

Las fábricas de papel en el Matarraña, al igual que las fábricas de papel en otros centros papeleros de Cataluña y Valencia, solían tener planta rectangular con diversos pisos de alzada y numerosas ventanas en la parte superior en donde estaban los miradores: locales que servían para secar el papel. Generalmente tenían la vivienda integrada en la propia fábrica, tanto los empresarios, como los encargados.

Métodos y procesos de fabricación de papel

El sistema de fabricación del papel fue siempre artesanal y el primero que existió en las fábricas de Beceite y Valderrobres.

Podemos distinguir un proceso en que la materia prima, constituida por los trapos de algodón, se seleccionaba y en el espolsador se limpiaba de polvo, en la estisora se cortaba y trituraba a trozos pequeños y con esta fibra de ropa y el agua se preparaba la pasta de papel.

El alabrén hacía la hoja a mano con una forma y se prensaba el exceso de agua, se secaba al aire, se encolaba con cola animal, se prensaba de nuevo y se volvía a secar, se satinaba y se repasaba, se cortaban las barbas si era necesario, se contaba y empaquetaba.

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX las fábricas de Beceite se modernizaron cambiando algunos elementos manuales por elementos semiartesanales que aumentaron así la producción, agilizaron el trabajo y se adaptaron a la demanda; se introdujo la Pila Holandesa, la Máquina Redonda tipo Picardo y la máquina satinadora. Con el tiempo la cola animal se sustituyó por otro tipo de colas que venían preparadas.

La chimenea de la Fábrica de Taraganya también fue un símbolo de la importancia y progreso del complejo industrial papelero de Beceite.

Tipos de papel y características del papel de Beceite

Hay que destacar la calidad del papel de Beceite realizado con trapos de algodón cien por cien, denominado: paper de fil i cartulina de fil.

En Beceite se fabricó cartulina para naipes y se suministraba a Fournier. Según Juan de Dios Agudo en su artículo «Notas para la fabricación de naipes»: Don Heraclio Fournier adquiría las cartulinas en la casa de los señores José Gil y sobrinos de un pueblo de Teruel llamado Beceite, a los que remitió algunas cartas con consejos prácticos acerca de la elaboración del papel: «Si añadimos un engrudo a la pasta con la que se elabora el papel, los pliegos resultarán con mayor tersura y apresto.»

También se elaboraba papel de barba, papel de cartas y sobres, papel secante, cartulina para carpetas y papel de notarías, filtros para bebidas, cartulinas de todos los colores más o menos gruesas y de un tamaño determinado por el encargo, cartulina bicolor, de dos colores y también papel de estraza.

Una resma estaba compuesta por 500 pliegos y podía tener hasta sesenta kilogramos, aproximadamente. En el papel se podían poner marcas de agua características, si el cliente las solicitaba. La producción se exportaba por toda España y también a Sudamérica.

El cierre de la producción papelera

Cabe destacar el desarrollo industrial y económico que tuvo Beceite. En el siglo XX compartían territorio las fábricas de papel y cuero, las minas de carbón y la industria de tierra refractaria.

El rápido proceso de mecanización que exigió el siglo XX, junto con la no modernización de las empresas papeleras de Beceite y la situación alejada de núcleos urbanos importantes hicieron que estas fábricas se arruinaran y se cerraran durante la década de los 70, aproximadamente, no sin antes haber pasado por la idea de reconversión, como fue principalmente una de las fábricas de Beceite que creó cuero artificial, cuero reconstituido, pero que tampoco alcanzó el resultado esperado.

El cierre de todas las fábricas de papel propició un fenómeno demográfico de emigración, quedándose la población reducida a un tercio respecto al inicio del siglo XX y una nostalgia que sólo con el tiempo se ha podido superar.

Posteriormente muchas de las fábricas de papel de Beceite han adquirido nuevos usos tales como: viviendas, hostelería y restauración o sala de exposiciones, que han permitido desarrollar a la población actual.

La primera referencia sobre la tradición hidráulica de Beceite la encontramos en las bulas papales de Benedicto XIII, el Papa Luna, que en el siglo XV concedía a su secretario particular, Jerónimo de Santa Fe, el beneficio del Molino de paños que tenía el arzobispado de Zaragoza en Beceite.

Posteriormente en el siglo XVIII Joaquín de Liedana, cura párroco de Beceite, escribe en el archivo parroquial acerca de las fábricas de papel y de la cultura papelera en Beceite. «D. Joaquín de Liedana Infanzón, natural de la villa de Lezera y cura parroco de la presente Villa de Bezeyte, con el deseo de comunicar a los venideros una verdadera noticia del origen y progresos de las fábricas de papel en esta villa y contornos. El año 1759 Thomas Royo natural de Fredes…»

La producción se mantuvo con altibajos, según las contiendas de las historia, hasta la década de 1970, aproximadamente, llegando a existir nueve fábricas de papel en Beceite y cuatro fábricas en la vecina población de Valderrobres que dejaron de funcionar antes que las de Beceite. La materia prima para elaborar la cartulina y el papel fue siempre el trapo de algodón: cartulina de hilo y papel de hilo con una gran calidad.

Las fábricas de papel se encontraban al lado del Río Matarraña pues éste les proporcionaba el agua: elemento necesario para fabricar papel y generar energía capaz de mover las máquinas a través de ruedas. El sistema de fabricación principalmente era artesanal: requería agua y mano de obra.

Las fábricas de papel en el Matarraña, al igual que las fábricas de papel en otros centros papeleros de Cataluña y Valencia, solían tener planta rectangular con diversos pisos de alzada y numerosas ventanas en la parte superior en donde estaban los miradores: locales que servían para secar el papel. Generalmente tenían la vivienda integrada en la propia fábrica, tanto los empresarios, como los encargados.

Métodos y procesos de fabricación de papel

El sistema de fabricación del papel fue siempre artesanal y el primero que existió en las fábricas de Beceite y Valderrobres.

Podemos distinguir un proceso en que la materia prima, constituida por los trapos de algodón, se seleccionaba y en el espolsador se limpiaba de polvo, en la estisora se cortaba y trituraba a trozos pequeños y con esta fibra de ropa y el agua se preparaba la pasta de papel.

El alabrén hacía la hoja a mano con una forma y se prensaba el exceso de agua, se secaba al aire, se encolaba con cola animal, se prensaba de nuevo y se volvía a secar, se satinaba y se repasaba, se cortaban las barbas si era necesario, se contaba y empaquetaba.

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX las fábricas de Beceite se modernizaron cambiando algunos elementos manuales por elementos semiartesanales que aumentaron así la producción, agilizaron el trabajo y se adaptaron a la demanda; se introdujo la Pila Holandesa, la Máquina Redonda tipo Picardo y la máquina satinadora. Con el tiempo la cola animal se sustituyó por otro tipo de colas que venían preparadas.

La chimenea de la Fábrica de Taraganya también fue un símbolo de la importancia y progreso del complejo industrial papelero de Beceite.

Tipos de papel y características del papel de Beceite

Hay que destacar la calidad del papel de Beceite realizado con trapos de algodón cien por cien, denominado: paper de fil i cartulina de fil.

En Beceite se fabricó cartulina para naipes y se suministraba a Fournier. Según Juan de Dios Agudo en su artículo «Notas para la fabricación de naipes»: Don Heraclio Fournier adquiría las cartulinas en la casa de los señores José Gil y sobrinos de un pueblo de Teruel llamado Beceite, a los que remitió algunas cartas con consejos prácticos acerca de la elaboración del papel: «Si añadimos un engrudo a la pasta con la que se elabora el papel, los pliegos resultarán con mayor tersura y apresto.»

También se elaboraba papel de barba, papel de cartas y sobres, papel secante, cartulina para carpetas y papel de notarías, filtros para bebidas, cartulinas de todos los colores más o menos gruesas y de un tamaño determinado por el encargo, cartulina bicolor, de dos colores y también papel de estraza.

Una resma estaba compuesta por 500 pliegos y podía tener hasta sesenta kilogramos, aproximadamente. En el papel se podían poner marcas de agua características, si el cliente las solicitaba. La producción se exportaba por toda España y también a Sudamérica.

El cierre de la producción papelera

Cabe destacar el desarrollo industrial y económico que tuvo Beceite. En el siglo XX compartían territorio las fábricas de papel y cuero, las minas de carbón y la industria de tierra refractaria.

El rápido proceso de mecanización que exigió el siglo XX, junto con la no modernización de las empresas papeleras de Beceite y la situación alejada de núcleos urbanos importantes hicieron que estas fábricas se arruinaran y se cerraran durante la década de los 70, aproximadamente, no sin antes haber pasado por la idea de reconversión, como fue principalmente una de las fábricas de Beceite que creó cuero artificial, cuero reconstituido, pero que tampoco alcanzó el resultado esperado.

El cierre de todas las fábricas de papel propició un fenómeno demográfico de emigración, quedándose la población reducida a un tercio respecto al inicio del siglo XX y una nostalgia que sólo con el tiempo se ha podido superar.

Posteriormente muchas de las fábricas de papel de Beceite han adquirido nuevos usos tales como: viviendas, hostelería y restauración o sala de exposiciones, que han permitido desarrollar a la población actual.

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