El Ball dels Salvatges

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Oficina de Turismo de Benabarre

C/ Teodoro Rios, 2. 22580 Benabarre (Huesca)

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Se trata de una danza del siglo XIV recuperada hace unos años tras perderse a comienzos del siglo XX. Cuenta con la entusiasta participación de un centenar de benabarrenses que recrean este legado cultural inspirado en la necesidad de doblegar el instinto y que evidencia el poder de la mujer durante el cortejo amoroso.

El etnógrafo Manuel Benito, fue el artífice de esta recuperación. De acuerdo con sus pesquisas, sabemos que «El Ball dels Salvatges» se remonta a las historias de caballeros, damas y salvajes que se representaron en los siglos XIV, XV y XVI hasta desaparecer. La metáfora del salvaje, que representaba el deseo salvaje hacia la mujer, quiere transmitir la necesidad de doblegar el instinto.

Las doce mujeres entran en la plaza al son de los gaiteros. Las bailadoras trazan a continuación un círculo, para luego alternar varios pasamanos antes de concluir la danza de entrada. Otros tantos caballeros hacen a continuación su aparición en la Plaza Mayor. Son «los caballeros o bailadores» ataviados con sombrero, faja y espada. Ellos inician su cortejo acercándose a las damas de forma alterna e intercambiando con ellas el sombrero y la espada hasta que son interrumpidos por los cazadores. Más fuertes y briosos, los «blanquillos o cazadores» dejan a los caballeros sentados en el suelo sobre sus blancos pañuelos y sus «nobles intenciones». Antes de que el grueso de bosquimanos irrumpa en la plaza, los primeros salvajes se descuelgan de una de las fachadas de la plaza, mientras el resto, entran vociferando y corriendo. Pieles de animales, motivos vegetales, suciedad y vistosos tocados adornan a estos salvajes que ataron con cuerdas a mujeres, caballeros y cazadores imponiendo el caos. De nuevo, izan su bandera en el balcón consistorial, también descolgándose sujetos con arneses por la fachada del Ayuntamiento.

Posteriormente, las doce bailadoras dibujan un círculo en el que introducen a caballeros y cazadores. Una vez trazados tres círculos concéntricos, se forma el cuarto, por parte de los «salvatges» que, finalmente, se rinden al cortejo. Unidos por el palo de los salvajes, la ballesta de los cazadores y la espada de los caballeros dispuestos horizontalmente, danzan en grupos de cuatro formados por un salvaje, una bailadora, un cazador y un caballero y, tras trazar varios círculos, abandonan la plaza.

Se trata de una danza del siglo XIV recuperada hace unos años tras perderse a comienzos del siglo XX. Cuenta con la entusiasta participación de un centenar de benabarrenses que recrean este legado cultural inspirado en la necesidad de doblegar el instinto y que evidencia el poder de la mujer durante el cortejo amoroso.

El etnógrafo Manuel Benito, fue el artífice de esta recuperación. De acuerdo con sus pesquisas, sabemos que «El Ball dels Salvatges» se remonta a las historias de caballeros, damas y salvajes que se representaron en los siglos XIV, XV y XVI hasta desaparecer. La metáfora del salvaje, que representaba el deseo salvaje hacia la mujer, quiere transmitir la necesidad de doblegar el instinto.

Las doce mujeres entran en la plaza al son de los gaiteros. Las bailadoras trazan a continuación un círculo, para luego alternar varios pasamanos antes de concluir la danza de entrada. Otros tantos caballeros hacen a continuación su aparición en la Plaza Mayor. Son «los caballeros o bailadores» ataviados con sombrero, faja y espada. Ellos inician su cortejo acercándose a las damas de forma alterna e intercambiando con ellas el sombrero y la espada hasta que son interrumpidos por los cazadores. Más fuertes y briosos, los «blanquillos o cazadores» dejan a los caballeros sentados en el suelo sobre sus blancos pañuelos y sus «nobles intenciones». Antes de que el grueso de bosquimanos irrumpa en la plaza, los primeros salvajes se descuelgan de una de las fachadas de la plaza, mientras el resto, entran vociferando y corriendo. Pieles de animales, motivos vegetales, suciedad y vistosos tocados adornan a estos salvajes que ataron con cuerdas a mujeres, caballeros y cazadores imponiendo el caos. De nuevo, izan su bandera en el balcón consistorial, también descolgándose sujetos con arneses por la fachada del Ayuntamiento.

Posteriormente, las doce bailadoras dibujan un círculo en el que introducen a caballeros y cazadores. Una vez trazados tres círculos concéntricos, se forma el cuarto, por parte de los «salvatges» que, finalmente, se rinden al cortejo. Unidos por el palo de los salvajes, la ballesta de los cazadores y la espada de los caballeros dispuestos horizontalmente, danzan en grupos de cuatro formados por un salvaje, una bailadora, un cazador y un caballero y, tras trazar varios círculos, abandonan la plaza.

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