Patrimonio emigrado

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Portada de la iglesia de San Miguel de Uncastillo. ES/AHPZ - MF/COYNE/004588

A medida que avanzaba el siglo XX y ya en el presente siglo XXI, se ha ido experimentando un proceso de progresiva sensibilización de la ciudadanía ante el Patrimonio Cultural, como algo propio, definitorio de un pueblo y testimonio de su historia. Sin embargo, son múltiples las circunstancias que han propiciado que ciertos bienes culturales hayan sido separados de los lugares para los que fueron concebidos y, en consecuencia, estén hoy diseminados por toda la geografía terrestre.

En los últimos años la Dirección General de Patrimonio Cultural ha impulsado una línea de investigación acerca de los bienes culturales aragoneses que se encuentran fuera del territorio de Aragón. Esta investigación está encaminada a la creación de un exhaustivo catálogo que reúna todo el Patrimonio Cultural aragonés en el exterior. Gracias a este trabajo se han localizado un gran número de bienes y se han identificado las circunstancias que motivaron la salida de sus lugares de origen.

Los bienes culturales aragoneses en el exterior datan de muy diversas épocas y son de muy diferentes características: retablos, tallas, monedas, objetos de orfebrería y otras artes decorativas, a los que se suman elementos arquitectónicos, como portadas, chimeneas o techumbres, que se exponen en museos españoles y extranjeros o decoran las mansiones de acaudalados coleccionistas. Completan el repertorio del Patrimonio Cultural aragonés emigrado un gran número de objetos de carácter arqueológico y etnográfico.

La dispersión del Patrimonio Cultural aragonés responde a diferentes motivos. Por un lado, la creación de importantes museos y el auge de grandes colecciones particulares, fraguados entre el siglo XIX y principios del XX, propiciaron la puesta en escena de marchantes y anticuarios que recorrieron la geografía aragonesa en busca de objetos de valor. Hay que situarse en un contexto en el que se comienzan a apreciar, de manera particular, los testimonios artísticos de épocas pasadas, pero no existía una conciencia colectiva de conservación del Patrimonio. Los pueblos se desprendían de los objetos antiguos que estaban fuera de culto en sus iglesias, por considerar que no poseían interés alguno y ante la posibilidad de solventar de esta manera algunas acuciantes necesidades. Por otra parte, el proceso de desamortización de los bienes de la Iglesia que se llevó a cabo principalmente en el siglo XIX, supuso también la dispersión de muchas obras de arte y documentos aragoneses, que fueron a parar a museos, bibliotecas y otras instituciones, en España y en el exterior. No hay que dejar de señalar la dudosa legalidad de muchas de las operaciones por las que salieron de nuestro país gran número de bienes culturales, aragoneses y de otras procedencias.

Actualmente conocemos la existencia de más de 8.000 bienes culturales aragoneses que se encuentran principalmente en colecciones y museos españoles fuera de Aragón -como el Museo Nacional del Prado, el Arqueológico Nacional, el Lázaro Galdiano, el Nacional de Arte de Cataluña, el Diocesano y Comarcal de Lérida, el de Santa Cruz de Toledo, etc.- y estadounidenses -como el Metropolitan Museum de Nueva York, el Fine Arts de Boston o el Philadelphia Museum of Art-, además de contar con obras aragonesas en colecciones y museos franceses, ingleses, rusos, checos, canadienses y cubanos, entre otros. El hecho de que las obras hayan sido puestas en valor fuera de Aragón ha sido esencial para que recobren el aprecio que nunca debieron perder en sus lugares de origen.

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