Bombardeo de Alcañiz
La invención de un aparato que fuera capaz de volar fue una larga quimera perseguida por muchos soñadores a lo largo de la historia y que los hermanos Wrihgt pudieron cristalizar en diciembre de 1903. Probablemente nadie en su deseo de volar había podido imaginar que en apenas unos pocos años ese logro fuera utilizado en una vertiente no deseada, la de servir en las guerras, la de poner sus alas con el objetivo de destruir y de matar al enemigo.
Aunque en los primeros momentos de la Primera Guerra Mundial todavía se utilizaron los Zeppelines, el desarrollo de los aviones de caza y los incipientes de bombardeo más pesados, lo que hicieron fue llevar el peligro y la muerte muchos kilómetros más allá de donde se encontraba la línea del frente. A partir de ese momento, las teorías sobre el uso de la aviación en los conflictos armados se fueron desarrollando y tuvieron en cuenta que se podría bombardear y destruir objetivos que se encontraran a cientos de kilómetros de donde se desarrollaban las batallas por lo que la población civil, que hasta esos momentos podía estar tranquila si estaban situadas lejos del frente, habían pasado a ser posibles objetivos de destrucción.
Sería en la Guerra Civil española del siglo XX donde todas estas teorías se pudieron ir comprobando y matizando y que se doctorarían en la inmediata Segunda Guerra Mundial. El desarrollo de los aviones, sobre todo los bombarderos, que iniciaron sus trabajos en el verano de 1936 con los que terminaron la Guerra, fue muy grande. Su poder destructivo y la potencia de las bombas que arrojaban, fue aumentando con el paso de los meses. También la precisión de los aviones, como la de los alemanes Ju 87, conocidos como Stukas tuvieron su bautismo de combate en España y sus experiencias aquí, servirían decididamente a las tropas de Hitler poco tiempo después.
Los bombardeos en tierras aragonesas se iniciarían muy pronto, aunque fuera con aviones no destinados a este fin, sino mucho más pequeños y no bien preparados para lanzar bombas. Pero lo hicieron. El golpe de Estado en Aragón se dio la madrugada del 19 de julio de 1936 y ya el día siguiente, el 20, se dio un bombardeo en Albalate del Arzobispo y sería el día 21 cuando en la ciudad de Huesca se produjera el primer muerto por bombardeo en Aragón.
En estas tierras aragonesas se dieron a lo largo de toda la guerra, un mínimo de 2252 bombardeos, de los que 1610, un 72%, fueron realizados por la aviación rebelde y 642 por la republicana. Estos números solamente reflejan tanto la diferencia del número de aviones bombarderos que contaron los contrincantes, mucho mayor en número, en armamento, en eficacia y en continuidad de abastecimiento por parte rebelde, mientras que los republicanos sufrieron graves problemas de suministro durante muchos meses y contaron con menor número de aviones bombarderos y de todo tipo.
La aviación al servicio del general Franco estaba constituida por tres aviaciones bien diferenciadas, al mando del general Alfredo Kindelan: La Hispana, con aviadores españoles; la alemana, la Legión Cóndor, constituida únicamente por alemanes y la Aviación Legionaria italiana, con todos sus componentes italianos. Estas dos aviaciones extranjeras fueron las responsables de dos tercios de los bombardeos realizados en Aragón, además de ser los más dañinos y mortíferos, por su enorme potencia de fuego.
Los tres bombardeos más graves sobre poblaciones aragonesas tuvieron lugar en Zaragoza el 3 de mayo de 1937, con 54 muertos, y los otros dos fueron realizados por la aviación italiana, uno en Barbastro el 3 de noviembre de 1937 donde pasaron del centenar de víctimas y el de Alcañiz, el 3 de marzo de 1938, donde los muertos se contaron por centenares.
El bombardeo de Alcañiz es el paradigma de la brutalidad de una guerra. Tuvo lugar en un momento en el que no había batalla en frente alguno, lo realizaron 15 aviones Marchetti- Savoia- 79 (un número enorme, casi nunca utilizado a la vez en toda la guerra), y el objetivo marcado era el de la propia ciudad, el “Paese de Alcañiz”. La mala suerte hizo el resto. No sonaron las sirenas por lo que los habitantes no supieron de la amenaza que se les acercaba y no pudieron acercarse a los refugios antiaéreos que en más de 40 estaban preparados por si se presentaba esta oportunidad.
Cuando a un pueblo pequeño le bombardean 15 aviones y sueltan 50 bombas de 100 kilos y 120 bombas de 50 kilos, lo normal es que hagan mucho daño. Y quien dio la orden de bombardear a un pueblo alejado más de 80 kilómetros de la línea del frente, sabía perfectamente que en las casas del pueblo habitaban personas y que esa gente podía morir por las consecuencias de la explosión de 170 bombas enormes. Esa orden sabía que iba a asesinar a personas civiles. No había objetivo militar alguno especificado en la orden, ni fábrica, ni trinchera. La orden era machacar el pueblo y las bombas debían lanzarse en cuanto se divisara el pueblo, a discreción. Y sucedió lo peor que podía ocurrir, que muchas de las bombas cayeran en lugares muy concurridos por mujeres, soldados novatos haciendo instrucción y niños jugando principalmente.
El resultado fue dantesco. Nunca sabremos el número exacto de muertos provocados por las bombas, pero el oficial del juzgado que realizó el recuento de ellos, siempre aseguró que pasaron de 500 y hay quien da un número mayor. Los heridos debieron pasar del millar, siendo insuficientes los dos hospitales que funcionaban en la localidad y fue necesario distribuirlos por los pueblos cercanos e incluso por las ciudades de la cercana Cataluña. La llegada de las tropas rebeldes la madrugada del día 14 impidió conocer la realidad.
El bombardeo se silenció. A los republicanos no les interesó publicar el número de muertos pues se estaba esperando la gran ofensiva rebelde, la que sería la batalla de Aragón, y no podían desmoralizar a su población. Los causantes del bombardeo no podían vanagloriarse de lo que habían provocado. Si ellos eran los buenos, no podían reconocer que causaron centenares de muertos y de heridos y habían realizado destrozos en casi un centenar de casas. Echaron la culpa a los republicanos, a las hordas rojas, que como publicaron en el Heraldo de Aragón, fueron los culpables de los destrozos y los que habían incendiado algunos lugares del pueblo. Excusas para negar su culpabilidad.
No se habló de él. Se quiso silenciar y se consiguió. No se conoció este bombardeo que por desgracia se coloca entre los tres con mayor cantidad de muertos durante toda la guerra en España.
La fecha del bombardeo de Alcañiz, el 3 de marzo, es el día de la Memoria Democrática en Aragón y probablemente no hay otro motivo más significativo para recordar el horror y el dolor de una guerra entre la población civil en particular. El bombardeo indiscriminado sobre una población indefensa, causó víctimas entre bebés, niños, mujeres, hombres y ancianos, sin distinguir entre los pertenecientes a una ideología, a otra o a ninguna. Esto es lo que tenemos que recordar para no volver a repetir.
* Texto: José María Maldonado